El fantasma de la monja




María,hermana menor de dos hermanos, era una jovencita muy bonita e ingenua. Que todavía no conocía las maldades del mundo y consideraba a todas las personas dignas de su confianza. Fue así como conoció a Arrutia, un mestizo que provenía de una familia muy pobre. Éste trabajaba para los Ávila desde hacía unos cuantos meses, y ya se había enamorado de toda la riqueza de los hermanos y de su muy buena vida.

Como las aspiraciones de Arrutia estaban fuera de su alcance, se le hizo fácil enamorar a la ingenua e inexperta María. Ella era una dulce jovencita de buenos modales y muy bonita, pero también era muy impresionable. En menos de dos semanas, María estaba completamente enamorada y dispuesta a hacer cualquier sacrificio por él.

El plan de Arrutia avanzaba a la perfección, pronto el y María se casarían, y la fortuna de ella pasaría a manos del mestizo ambicioso. Pero tal fue su sorpresa que por boca suelta sus planes fueron arruinados. En el bar que frecuentaba se le ocurrió presumir un día a sus amigos, que pronto sería tan rico como los hermanos Ávila, y que María era tan tonta e ingenua, que no sería un estorbo para seguir disfrutando de los placeres de las mujeres ni de las parrandas.
Pronto el chisme se corrió por toda la colonia y llegó a oídos de Alfonso Ávila. Que de inmediato se dirigió a su casa y despidió a Arrutia, pero no sin antes llamarlo altanero, mestizo e irrespetuoso; luego le prohibió rotundamente el no volver a ver a su hermana y mucho menos poner un pie en su casa.

Arrutia le dijo que no podía hacer nada, ya que su hermana ya lo avía terminado amando. –dijo cínicamente el tal Arrutia–, pues el corazón de su hermana desde hace tiempo que ya era suyo.
Con todo el dolor de su corazón, Alfonso sabía que Arrutia tenía razón, pues María estaba tan enamorada, que si no conseguía el permiso de sus hermanos para comprometerse, buscaría una solución,como, el aceptar huir con ese criminal.



Cuando Gil, el otro hermano, se enteró del peligro que corría María, quiso matar a Arrutia en un duelo. Pero Alfonso ya tenía otros planes en mente. No permitiría manchar sus manos ni las de su hermano con un cretino como ése. Así que entre ambos reunieron una cantidad bastante considerable y se la ofrecieron a Arrutia, con la condición de que éste se fuera para siempre de la Nueva España; pues el dinero le bastaba de sobra como para poner un negocio lucrativo y vivir decentemente el resto de su vida.

Se dice que el mestizo aceptó el dinero que le dieron y se fue a vivir a Vera cruz sin decirle adiós a María, quien lo esperó por dos años. La desdichada María cayó enferma de depresión y ya no tenía fuerzas ni para salir a eventos o recibir visitas, sólo deambulaba como una sombra por la casa, gimiendo y llorando.

Los hermanos Ávila, al verla en ese estado, decidieron meterla al Convento de la Concepción, el primer convento construido en la Capital de la Nueva España, el cuál era famoso por recibir como novicias a las hijas, familiares o conocidas de los conquistadores españoles.

Para convencerla de ir, Gil y Alfonso le contaron a María que su mestizo jamás regresaría, pues el estaba muerto. Sin otra razón para seguir viviendo, María se entregó en cuerpo y alma a la dios. Solía distraerse con rezos, ángelus y maitines; pero en las noches le dedicaba llantos lastimeros a su amante, olvidándose completamente de Dios.

Un día, María se enteró por buena fuente, que Arrutia seguía vivo, pero no sólo eso, sino que había regresado a la Capital para pedirles más dinero a los hermanos Ávila. Esta noticia destrozó el corazón de María, y como su amor era más fuerte que la religión, una noche no pudo más y decidió matarse.

Cogió una cuerda y lo trenzó con otra para hacerlo más fuerte, luego se hincó ante un crucifijo y pidió perdón a Dios por no haberse podido desposar con la religión. Ya en la huerta del convento, donde había una fuente, ató la cuerda a una de las ramas de un durazno y volvió a rezar pidiendo perdón a Dios por lo que iba a hacer. Por último se lanzó hacia abajo…, sus pies golpearon el brocal de la fuente… Y ahí quedó balanceándose como un péndulo blanco, frágil, movido por el viento.

El cuerpo de María fue bajado hasta el día siguiente y fue sepultado esa misma tarde en el cementerio del convento. No obstante, un mes después, una de las novicias salió al huerto para dar un paseo, pero se llevo una gran sorpresa al mirar su reflejo en la fuente; podía ver en el agua el reflejo de la monja colgada en uno de los árboles de durazno; balanceándose al soplo de la brisa, con los ojos salidos de las órbitas y su lengua como un palmo fuera de los labios retorcidos y resecos. Sus manos juntas y sus pies con las puntas de las chinelas apuntando hacia abajo.

No fue la única, noche tras noche y monja tras monja, el fantasma de la monja colgada del durazno fue motivo de espanto durante muchos años y de nada valieron rezos ni misas ni duras penitencias ni golpes de cilicio para que la terrible visión se alejara de la santa casa.

Se dice que el fantasma de la monja, como no soportaba estar sin su amado, fue a buscarlo para matarlo, ya que como no pudo estar con el en vida, lo estará en el mas allá.







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