J. Jesús Infante, cartero y albañil contaba que en una ocasión contrajo un compromiso con don Carlos Espino, de terminar un monumento en recuerdo dedicaba a sus familiares y que debería entregarlo al día acordado.
Paso que el último día del plazo eran a las ocho de la noche y no lo terminaba todavía, siendo así que, al ir por uno de los corredores a traer unas cuñas que faltaban, comen so a sentir algo de miedo, escuchando un ruido extraño detrás de él que le seguía haciendo trac, trac, trac; y aseguraba que sintió como si le hubieran echado agua por la espalda y las piernas se le doblaban, y cuando volteó hacia atrás vio una calavera que movía tan fuerte las mandíbulas, que al chocar entre sí, se oía el sonido de sus dientes; que podía oír muy claro que le decía; compadecete de mis penas que me atormentan en el purgatorio.
Llevo cincuenta años sin descanso; pide a mi abuelo padre de tu abuelo que de los doce mil pesos en plata que están al pie de la alacena que está en la cocina a vara y media de profundidad, que te den cien pesos de los cuales darás cincuenta al padre que me haga tres misas; y yo te recompensaré algo más dándote el alivio de tu asunto, si no cumples, no sanas.
Para Jesús su asombro fue tal que las cuñas que llevaba en las manos no supo donde las soltó; al fin pudo correr espantado; pero que aún la calavera que lo alcanza, que lo alcanza y casi le tocaba los tobillos, más y más rechinaba los dientes, y dice que como pudo logro salir dejando sus herramientas y todo, porque el miedo no le dejó terminar su compromiso.
Al día siguiente,regreso acompañado de un amigo para poder así terminar su dicho compromiso cuanto antes, para no volver jamás a ese lugar.
Y en verdad, Jesús se enfermó a tal grado que los miembros de su cuerpo se le paralizaron y difícilmente se podía sentar y paraba siempre tembloroso como si tuviera mucho frío, según él decía.
Pudo conseguir su alivio cuando cumplió lo que le havia mandado la espantosa calavera, con aquella tenebrosa y espantosa voz.
Contando Jesús a sus amigos este caso, ellos le contaron que aquello era ya bien conocido entre toda la gente y que también a Joaquín Sánchez le había pasado el mismo caso, pero que éste no había atendido a los ruegos de la calavera y había saltado por las paredes del panteón y que jamás sano de la enfermedad que le causo el susto que sufrió en el panteón.
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